Algunas tardes eran idòneas para hacer "recaos" , y yo como siempre iba
corriendo a hacerlos. Mi primera parada era para comprar jabón y lejía.
A aquella tienda
se entraba por dos calles, la calle Generalísimo y la calle Don Quijote, mi
madre me solía mandar casi siempre a por alpiste para el canario, lejía, sosa
caústica, o jabón “Flota”. Aún recuerdo
aquellas pastillas redondas grandes de jabón para lavar la ropa a mano en la
pila.
El suelo de aquel
establecimiento era muy viejo, de baldosas pequeñas cuadradas y al pasar por la
calle Generalísimo el mostrador quedaba a la izquierda a lo largo de la tienda;
Un mostrador de madera con una registradora viejísima de esas de las que había
que darle a la manivela para que abriese, había estanterías detrás del mostrador
con muchos departamentos para clavos, tornillos ,cáncamos, escarpias,
utensilios para el campo, para la cocina, etc, etc, se vendían cubos ,cuerdas,
alambrera, esparto, estufas, jabones para la ropa, productos de pintura,
bombillas, ratoneras, matamoscas ,jaulas, alpiste para los pájaros herramientas,
azahones, espuertas, cadenas, etc, etc, etc.
Cuentan que cierto día un representante se presentó en la
tienda entrando por la puerta de la calle don Quijote y preguntó, ¿es esta la
ferretería de los tontos?, uno de los dueños le dijo -no no, salga usted por
donde ha entrado y a la vuelta de la esquina la primera puerta- , el señor
salió y volvió a entrar en el mismo establecimiento, entonces el dueño le dijo …¡¡bueno,
bueno, ¿¿entonces quién es aquí el más tonto??!!
Si aquellos
señores eran tontos que viniera Dios y lo viese, lo que yo creo es que tenían
un humor tan sutil que había que estar a la altura y no todo el mundo encajaba
las bromas o los comentarios.
Aquella clienta
estaba mirando una jarra pequeña metálica de aquellas esmaltadas en blanco con
un reborde azul, de las que se utilizaban para tomar café y se solían
esportillar del culo.
El dependiente, un señor no muy alto con la cara
redondeta, un guardapolvos corto y una boina observó que ella trataba de cogerla
con su mano izquierda pero el asa quedaba a la derecha de la jarra….entonces
antes de que llegase a agarrarla le dijo - Espera ,espera Maria- , le quitó la
jarra del mostrador se dio la vuelta y la dejó donde había otras tantas iguales
, cogió una similar, o quizás fuese la misma y dejándola otra vez en el
mostrador esta vez con el asa a su izquierda , le dijo, -¡¡esta es para zurdas!!-. La
mujer miró la jara y miro al tendero y yo creo que o bien no pilló la broma o pensó
que el tendero hacía honor a su apodo. El humor que tenían era fino, fino!!
Yo cogía mi bolsa con la lejía y el jabón y salía atacando
a comprar un bote de laca Nelly anca Moya.
Aquello sí que era
una tienda sorpresa auténtica, también había dos puertas y las dos desembocaban
en un mostrador que hacía un poco de ángulo. Yo siempre relacionaba la primera
puerta con las mujeres y la segunda con los hombres, si entrabas por la puerta
de las mujeres llegabas al mostrador en el que casi siempre estaba la cuñada de
Manolo o a veces su señora y en la que se vendían cosas de mujeres como lacas,
cremalleras , corchetes ,bobinas de hilo, esmaltes pintauñas, perfumes ,
pintalabios, productos de limpieza, etc etc, también se despachaban perfumes y
lacas a granel. Y si entrabas por la puerta de los hombres estaba Manolo o un
dependiente o al transcurrir los años su hijo “Moyeta”, y se vendían cosas más “de
hombres”: garrotes , boinas, enchufes, bombillas, ferretería, productos para
pintores, brochas, barnices, etc.. Había de todo, la tienda estaba abarrotá de
objetos , prendas de ropa, cajas de productos de limpieza , casi no se veían
las paredes de todo lo que había en estantes o colgado. Y si ahí no lo veías,
lo pedías en el mostrador y la persona que te estaba atendiendo atravesaba una
cortina y al cabo de un minuto de oírse trastear ,como por arte de magia cualquiera que fuese tu
pedido, salía de detrás de la trastienda. Yo me imaginaba a alguien con una “barita
mágica” detrás de la cortina fabricando lo que faltase…seguro que le pedías a
Manolo cuarto y mitad de plutonio y salía con un paquetico de detrás de las
cortinas!!!. También recuerdo al lado de la entrada a la trastienda el famoso “comprobador
de bombillas”…Aquel artefacto por el que pasaban todas las bombillas antes de
ser despachadas…tecnología punta!!!...
Recuerdo con mucha nostalgia aquellas tiendas en las que al
contrario que en los autoservicios y grandes superficies, todo había que pedirlo y
el trato no podía ser más personal, cada producto era despachado por el
dependiente y algunos artículos tan solo ellos sabían de dónde cogerlos o por
el contrario tenían que utilizar aquella “barita mágica”